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Los médicos dijeron que se necesitaría un milagro para que Joe Soria, de 16 años, sobreviviera a un ataque violento que lo dejó aferradandose a la vida en una calle oscura en su ciudad natal de Lindsay hace casi dos décadas.

Ahora, con 34 años, se ha recuperado de esas lesiones y está aprovechando al máximo su segunda oportunidad en la vida.

Actualmente se postula para supervisor del condado de Tulare para representar a un distrito que incluye Lindsay, un pueblo rural en el Valle Central de California. Joe promete invertir en las comunidades no incorporadas del condado que necesitan desesperadamente servicios simples, como alumbrado público y aceras.

Esas comodidades aunfaltan en Laurel Avenue, la calle donde Joe casi pierde la vida.

Al saltar a la política, Joe Soria está haciendo algo que ha hecho toda su vida: está siguiendo los pasos de sus cuatro hermanas mayores, todas han ocupado cargos electos en el Valle de San Joaquín.

Tres de las hermanas de Joe también aparecerán en las boletas electorales de California este año, durante las elecciones primarias o en las  generales.

Esmeralda Soria, de 42 años, busca su segundo mandato en el Distrito 27 de la Asamblea estatal, que se extiende aproximadamente desde Merced hasta Avenal.

Perla Soria, de 39 años, la hermana de en medio y la primera de su familia en postularse para un cargo, buscará otro mandato en la junta del Distrito Escolar Unificado de Lindsay en noviembre.

Ivet Soria, de 36 años, se postulará en noviembre para un tercer mandato en la junta del Distrito Hospitalario de Lindsay . Tras su elección en 2016, fue la representante electa más joven de Lindsay.

Además, Laura Soria Cortés, de 45 años, la mayor de los hermanos, sirvió anteriormente un mandato en el Concejo Municipal de Lindsay.

Como el hermano menor y único hombre, Joe es el último en buscar un cargo electo.

José Soria Sr., el patriarca de la familia de 67 años, dijo que nunca imaginó que, después de años de trabajar en los campos del corazón agrícola de California, sus hijos llegarían a tales alturas.

El recorrido de la familia Soria queda reflejado en el mensaje de campaña de la menor de los Soria: “Nosotros somos el sueño americano”.

José Soria ha votado con orgullo por sus hijos cuando aparecen en su boleta local. Como la más alta funcionaria de su familia, Esmeralda es la única hija por la que su padre no ha votado porque buscó un cargo al norte del condado de Tulare, donde todavía vive toda su familia.

“Es una bendición. Nunca pensé que serían políticos”, dijo José Soria. “Pensé que obtendrían títulos para dedicarse a la enseñanza o trabajar en una oficina. Pero nunca imaginé que llegarían tan lejos. Estoy orgulloso de todos ellos. Superaron todas las metas que tenía para ellos”.

La ética laboral y mantenerse unidos son clave para el éxito familiar

Los hermanos atribuyen su ética laboral y sus logros a sus padres, José y María, inmigrantes Mexicanos que trabajaban en los campos y plantas empacadoras del Valle de San Joaquín para mantener a su familia.

En la década de 1950, el padre de José Soria participó en el Programa Bracero, que permitió temporalmente que 5 millones de ciudadanos mexicanos vinieran a los Estados Unidos para cubrir la escasez de mano de obra en los sectores agrícola y ferroviario.

Para 1977, José se encontraba en el Valle, trabajando en el campo. Aproximadamente un año y medio después, se casó con María.

Los Soria plantaron a su familia en Lindsay, un pequeño pueblo de unos 12,000 habitantes en medio de huertos de naranjos y olivos. Alrededor del 88% de los residentes de la ciudad se identifican como hispanos o latinos, según datos de la Oficina del Censo de Estados Unidos. Casi uno de cada tres residentes de Lindsay nació fuera de los EE. UU., y casi el 73% de los residentes de 5 años o más hablan español en casa, según muestran las cifras de la Encuesta sobre la Comunidad Estadounidense.

José trabajó en el campo durante 15 años, recogiendo cualquier cosecha que estuviera en temporada. Después de eso, trabajó los siguientes 25 años en una planta empacadora, siempre con su esposa a su lado, ambos soportando el trabajo agotador para mantener a su familia.

“Estaba haciendo un trabajo duro, recogiendo naranjas, uvas, aceitunas y limones en el campo. Les decía que me miraran cuando volviera a casa, exhausto y sucio”, El dijo. “No quería que tuvieran la misma vida que yo”.

Al crecer, todos los hermanos Soria trabajaron junto a sus padres en el campo, ayudándoles a recoger las cosechas los fines de semana u otras ocasiones. Sus padres esperaban que el trabajo demostrara a sus hijos la importancia de seguir una educación para que pudieran ganarse la vida trabajando con su mente, en lugar de con su cuerpo.

“Les decía que le echaban ganas para que alguien tuviera un buen trabajo,”, dijo José, quien habla principalmente español.

De izquierda a derecha, los hermanos Ivet, Joe y Esmeralda Soria trabajan en un huerto de cítricos en sus años de juventud. Fotos cortesía de la familia Soria

Si bien María Soria también trabajó en el campo y en las plantas empacadoras, se dedicó especialmente a la educación de sus hijos. Fuera del trabajo, obtuvo su GED y asistió a clases para aprender inglés, dando un ejemplo a sus hijos.

Los Soria también se dedicaron a su fe y a su parroquia local, la Iglesia Católica del Sagrado Corazón, donde dirigieron un grupo de matrimonios, sirvieron comidas y organizaron eventos y recaudaraon fondos. Los niños asistían a grupos juveniles y eran monaguillos.

José y María legalizaron su estatus migratorio en la década de 1980, gracias a la Ley de Reforma y Control de la Inmigración de Ronald Reagan de 1986. Con el empuje de sus hijos, la pareja asistió a clases de ciudadanía y recibió su ciudadanía estadounidense a fines de la década de 1990.

José Soria invirtió una ganancia inesperada y comenzó un pequeño negocio que impulsó las finanzas de la familia a medida que sus hijos, y sus necesidades, crecían. Hace unos 20 años, José usó un pago de $2,000 por una colisión de tráfico para comprar su primer carrito de churros.

“Así fue como empezamos a ganar dinero extra. Todos mis hijos ayudaron a vender y el negocio comenzó a crecer”, dijo.

Los eventos especiales se apoderaron de los fines de semana de la familia a medida que el negocio se expandía y vendía más bocadillos, convirtiéndose en “Pepe’s Snack Shack”.

“Realmente estiró ese negocio para que todos tuviéramos autos cuando fuimos a la universidad”, dijo su hijo Joe.

José se jubiló anticipadamente hace seis años para convertirse en el cuidador principal de su esposa María, de 64 años, quien vive con la enfermedad de Alzheimer y usa una silla de ruedas. Sus hijos son defensores vocales de la lucha para acabar con el Alzheimer.

Ahora, la pareja vive en la casa de ensueño de José en las afueras de Lindsay, rodeada de arboles de limone, mandarinas y naranjas.

“Nunca pensé que tendría mi propio ‘ranchito’”, dijo.

Joe Soria, a la derecha, besa a su madre María, en el centro, que vive con la enfermedad de Alzheimer. Su esposo José Soria Sr., a la izquierda, aparece consolándola. Foto de Christian De Jesus Betancourt/CVJC

Enfrentar una experiencia cercana a la muerte en familia

Desde ganarse la vida hasta luchar por la vida de su hermano, los Soria abordan los desafíos de la vida como una unidad familiar.

Joe admite que se reunio con la gente equivocada cuando era adolescente.

En una fiesta el último día de clases cuando estaba en el tercer año de la escuela secundaria, vio a un grupo de 10 jóvenes presentarse a la fiesta y sabía que no les caia bien.

El grupo persiguio a Joe por una calle oscura l que terminaba en un huerto de cítricos. Joe sabía queeran mas que el, pero esperaba que su atletismo lo llevara a la seguridad del huerto.

No lo logró antes de que le dispararan en el pecho, lo apuñalaran, lo cortaran con un cuchillo de 12 pulgadas y lo golpearan dejandolo moribundo. Una ambulancia lo transportó al Centro Médico Sierra View en Porterville, a unos 15 minutos de distancia.

“Recuerdo gritar: ‘¡Ve más rápido, ve más rápido, ¡Me estoy muriendo, me estoy muriendo, Porque sabia lo que estaba pasando, y he visto suficientes películas, ¿verdad? Entiendo de anatomía. Pensé: ‘Esta es una herida de bala, en el pecho’”.

Su familia se reunió en el hospital y se enteró de que la probabilidad de que Joe sobreviviera era baja.

Como hermana mayor, Laura Soria recuerda haber traducido lo que los médicos decían a sus padres mientras trataba de procesar y entender completamente las palabras ella misma.

“Nos dijeron: ‘Si crees en los milagros, ahora es el momento de pedirlos’”, recordó.

Antes de entrar en cirugía, Joe habló con su padre.

“Me disculpé porque sabía el trauma que le estaba causando”, dijo. “Solo estaba tratando de calmarme. Simplemente me dio su bendición antes de que losacaran del cuarto”.

Los cirujanos se pusieron manos a la obra para extraer fragmentos óseos astillados y bombear sangre de sus pulmones.

Milagrosamente, Joe sobrevivió a la cirugía. Antes de que pudiera hablar, accedió a cooperar plenamente con los investigadores y escribió su declaración desde su cama de hospital.

A pesar de un largo camino de recuperación, un regreso difícil a la escuela y el juicio penal resultante, Joe se graduó de la escuela secundaria y asistió a UC Berkeley con una beca del canciller completa. Fue el tercer hermano en obtener su licenciatura de UC Berkeley, después de Esmeralda y Perla.

Sus agresores fueron declarados culpables y cumplieron sus condenas.

“Lidiando con lo que lidié cuando tenía 16 años, me siento muy bendecido de haber tenido toda esta segunda vida”, dijo. “Es un privilegio”.

Joe Soria se muestra en una iglesia católica del Sagrado Corazón en su ciudad natal de Lindsay, en el condado de Tulare. Foto de Christian De Jesus Betancourt/CVJC.

La importancia de tener “un asiento en la mesa”

Mucho antes de que los Soria buscaran un cargo político, su consejero del programa de migrantes del distrito escolar, Ernie Flemate, presionó a los hermanos a buscar grandes cosas.

Tanto Perla como Esmeralda fueron las primeras en recibir el programa Gates Millennium Scholars después de que Flemate las animara a aplicar

Perla dice que Flemate la inspiró a seguir su carrera en educación.

“Por eso, quería que otros estudiantes como yo tuvieran esas experiencias increíbles porque nuestros padres no pueden darnos esas experiencias. Estaban trabajando muy duro”, dijo Perla. “Creo que es justo que tratemos de darles (a los demás) esas experiencias, porque abre un mundo completamente diferente. Puede plantar una pequeña semilla para Dios sabe qué en el futuro”.

Tres de ellos también participaron en el Proyecto de Liderazgo de la Juventud Latina Chicana, donde aprendieron sobre propuestas, leyes y representantes. Ahí es donde Esmeralda experimentó por primera vez la política de Sacramento y aprendió un eslogan que se sabe que usa.

“Aprendí que ‘tener un asiento en la mesa’ era fundamental para las comunidades de color, especialmente para una joven latina”, dijo Esmeralda. “Pude ver, por primera vez, a alguien que se parecía a mí en un cargo electo”.

Después de adquirir experiencia laboral en el capitolio estatal, Esmeralda en 2012 aceptó un trabajo para el entonces senador estatal Michael Rubio, quien representaba a Lindsay. Casi al mismo tiempo, Perla trabajaba como consejera para el programa de migrantes del Distrito Escolar Unificado de Lindsay, el mismo programa en el que ella y sus hermanos participaron.

La decisión del distrito escolar de no renovar el contrato de Perla como consejera provocó repercusiones en la comunidad. Más de 300 padres y estudiantes firmaron y presentaron una petición a la junta expresando su preocupación por las operaciones del programa.

Esa experiencia estuvo a punto de amargar a Perla en el sistema educativo. Con un poco de aliento de su inteligente hermana mayor, que aprendió algunas habilidades de campaña en Sacramento, Perla decidió postularse para la junta escolar del Distrito Escolar Unificado de Lindsay.

“Vi cuánto la impactó y pensé: ‘Bueno, ¿sabes qué? Podemos hacer algo al respecto’”. recordó Esmeralda. “Tal vez no vayas a ser el consejero, pero ¿adivina qué? Puedes estar en la junta directiva y asegurarte de que eso no le suceda a otros consejeros”.

A pesar de que Perla fue la primera en postularse y ser elegida, “le voy a echar la culpa a Esmeralda”, dijo entre risas.

“Ella es la que me animó y me hizo sentir que podía hacerlo”, dijo Perla. “Ella fue mi jefa de campaña porque yo estaba embarazada en ese momento. Pero incluso entonces, eso lo hizo más significativo para mí porque iba a ser madre. Quería que mi pequeño tuviera una buena experiencia en la educación, y no solo mi pequeño, sino todos”.

Esa campaña les enseñó a los Soria una valiosa lección: juntos, ganan.

“Eso me demostró que si mi familia puede unirse por el sueño, la pasión o la meta de uno de los miembros de nuestra familia, me sentí imparable como familia”, dijo Ivet. “Tal vez mi hermana no podría hacerlo sola, pero juntos, como mi hermana, mi hermano, mi papá, mis vecinos, mis primos, mis amigos, uniendo a todos, podemos hacerlo”.

Perla ha formado parte de la junta directiva durante más de una década. Consideró dejar el puesto, pero tener una hija con necesidades especiales reavivó su impulso para abogar por los estudiantes y las familias. Se postula para otro mandato este año.

La familia Soria en una foto de 2018, de izquierda a derecha: Esmeralda, Perla, Joe, María, José Sr., Laura Soria Cortés e Ivet. Foto cortesía de la familia Soria.

Exigiéndonos un estándar más alto entre ellos mismos

Joe Soria decidió postularse por la Junta de Supervisores del Condado de Tulare después de observar de cerca el ejemplo de Eddie Valero, el primer latino elegido para la junta hace cinco años.

Pero compartir ADN no garantizaba el apoyo de su familia. El respaldo de Esmeralda fue uno de los más difíciles de ganar, dijo.

“Quería asegurarme de que estuviera en esto, con todo su corazón, y que iba a trabajar duro”, dijo. “Quería que demostrara que hablaba en serio”.

Joe está siguiendo el libro de jugadas de sus hermanas mayores para ganar su elección: hacer campaña, tocar puertas, organizar eventos comunitarios, colocar carteles y, quizás lo más importante, movilizar a los votantes.

Quiere que el condado de Tulare reinvierta en las pequeñas comunidades con las peores carreteras, la peor calidad del agua, las tasas de criminalidad más altas y menos viabilidad para prosperar.

“He experimentado las dificultades de vivir en las áreas no incorporadas”, dijo Joe. “Realmente veo la necesidad de esa representación, esa reinversión y un líder local que pueda conectarse con su comunidad”.

Queda por ver si Joe Soria saldrá victorioso.

Se postula contra el capitán retirado del alguacil y actual supervisor del Distrito 1, Larry Micari. El Distrito 1 incluye las comunidades no incorporadas de Lemon Cove, Poplar y Tooleville, además de las ciudades de Exeter, Lindsay, Farmersville y partes del norte y este de Visalia.

Independientemente del resultado, el hecho de que cuatro hermanos se postulen para un cargo público en el mismo año, es extraordinario.

“No hay duda: esa familia entiende el concepto de servicio”, dijo Henry R. Perea, el patriarca de otra dinastía política bien documentada en el Valle.

“¿Conoces el viejo adagio de que ‘a veces la gente olvida de dónde viene’? Bueno, no la familia Soria”, dijo. “Saben de dónde vienen. Sus raíces se basan en el servicio a la comunidad, y son personas humildes, grandes personas”.

Los hermanos dicen que sus logros demuestran un espíritu de ayudar a los demás que les inculcaron sus padres.

“Queremos asegurarnos de que esas oportunidades que se nos han brindado, como familia, como individuos, como profesionales, sigan existiendo para todos, sin importar lo que quieran para sí mismos”, dijo Laura Soria Cortés.

Valero, el supervisor del condado de Tulare, dice que los Soria han hecho que el gobierno local sea más accesible y refleje a las comunidades a las que sirven.

“Creo que es admirable que (su) familia realmente haya tratado de ser una voz para los desvalidos y siempre haya tratado de asegurarse de que las personas sin voz ahora tengan una voz en la mesa de gobierno”, dijo Valero.

El reportero de comunidades bilingües de Merced FOCUS, Christian De Jesús Betancourt, contribuyó a este informe.

Brianna Vaccari es la reportera de rendición de cuentas y vigilancia del gobierno para The Merced FOCUS, una sala de redacción sin fines de lucro que cubre el Valle de San Joaquín.

Brianna is the editor of The Merced FOCUS.